miércoles, 18 de mayo de 2016

MES DE MAYO...MES DE NUESTRA MADRE SANTISIMA. REZO DEL SANTO ROSARIO EN FRATERNIDAD MAYO 2016. JORNADA MARIANA EN SANTA VERÓNICA EN LA CASA DE DESCANSO DE AQUILES ARRIETA Y ANA ELVIRA VILLARREAL. ADVOCACIONES MARIANAS.







LA MISION DE LA MUJER.



En este mes de Mayo, conviene reflexionar sobre la misión de la mujer en nuestra sociedad, reconociendo el valor que ella tiene en los diversos ámbitos de la vida humana. Para ello, conviene recordar El mensaje que dirigió el Papa Juan pablo II a todas las mujeres en su carta apostólica sobre la dignidad de la mujer, firmada el 29 de Junio de 1995, donde en nombre de todos da  gracias al Señor por la vocación y misión de la mujer en el mundo, que se convierte en un agradecimiento concreto y directo a cada una de ellas sin excepción y por lo que representan en la vida de la humanidad.

La misión de la mujer no termina en la vida familiar y pública. En la Sagrada escritura se presenta a la mujer como un ser humano creado por Dios, con un propósito, con una personalidad, con necesidades, impulsos y deseos, con la capacidad de ir siempre más allá de ella misma, con cualidades morales y espirituales y con valores incalculables. La Sagrada Escritura expresa: “Creo Dios pues al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios la creó, macho y hembra los creó” (Ge 1,27). La mujer fue creada por el Señor para ser complemento del hombre, por ende, entre los dos forman una comunión ya que ambos como criaturas de Dios poseen los mismos derechos, deberes y obligaciones. Por ello el autor Sagrado afirma: “No es bueno que el hombre este solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada” (Gn 2,1).

El Papa Juan Pablo II expresa: “cómo la semejanza entre hombre y mujer se da como cualidad de ser personal de ambos y al mismo tiempo como una llamada y tarea. Desde el libro del Génesis se plantea de qué forma el amor exige comunión e intercambio personal, requiriendo que haya siempre un “yo” y un “tu”. Dios es uno y trino, pero no es solitario y en Él coexisten unidad y distinción, por eso el hombre y la mujer, como pareja, son imagen de Dios, son una sola carne, una sola alma, aun en la diversidad de sexo y personalidad.

En el Antiguo Testamento, lejos de creer que la mujer es discriminada, la eleva y protege contra las vejaciones habituales en Países vecinos. La esposa Hebrea era respetada y valorada (cf. Pr 31,10; 28-30) La culpa de que los Israelitas no siguieran las leyes de Yahvé, y a veces denigrara a la mujer, la tenían ellos, no Dios (cf. Dt 32,5).

En el nuevo Testamento, Jesús aclara muy bien que vino a salvar a todos, y en cuanto a la mujer, la trató siempre con respeto y dignidad, valorando la riqueza espiritual que ella trae consigo en orden a la educación humana y moral de sus hijos y a la formación de un hogar.

Algunas de las cualidades de la mujer, según el evangelio son las siguientes:
Son trabajadoras (cf. Lc 13,29-21), afectivas y comunicativas (cf. Lc 15,8-10), insistentes (cf. Lc 18, 1-18), esposas previsoras (cf. Mt 25,1-13), serviciales y generosas (cf. Lc 10,38-42, felices en el sacrificio (cf. Jn 16,21), sensibles (cf. Jn 12,1-8), y fieles en los momentos difíciles (cf Jn 19,25).Jesús las trata con sumo respeto, discreción, dignidad y sobriedad; les permite que le sigan de cerca, que le sirvan con sus bienes (Cf. Lc 8,1-13). De ellas busca su bien espiritual, su conversión; las corrige con amor u respeto, les premia su fe, su confianza y amor con milagros; acepta su amistad, las perdona cuando se arrepienten y las llama a ser testigos de su resurrección.
Frente a estas virtudes de Jesús, conviene reflexionar que ojala muchos de los hombres que maltratan, denigran y abusan de los derechos de las mujeres asumieran estas virtudes del Señor en sus vidas y tal como lo estipulan las cláusulas de la ONU sobre los derechos de la mujer se “establezca la protección jurídica de los derechos de la mujer sobre una base de igualdad con los hombres, garantizando la protección efectiva de la mujer contra todo acto de discriminación”.
María es sin duda, el más grande prototipo de lo que es la mujer en toda su esencia. En ella las mujeres podrán comprender mejor su dignidad y la grandeza de su misión. Maria constituye el modelo pleno de desarrollo de la vocación de la mujer al haber ejercido, a pesar del contexto machista de su época, una influencia en el destino de la humanidad y en la transformación de la sociedad cumpliendo su misión de ser Madre de Dios y de todos nosotros. Maria es la bendita entre todas las mujeres (cf. Lc 1,42), sin embargo toda mujer participa de su dignidad en el plano Divino.
Para San Pablo, la mujer desempeñó un papel fundamental en la formación y edificación de las primeras comunidades cristianas, y valoro su esfuerzo para una efectiva evangelización a favor de estas comunidades.. Nunca dudó en demostrar, a lo largo de su vida, con palabras y gestos llenos de amor y aceptación, no solo que la mujer es la compañera que el Señor quiso para el hombre, sino que es portadora de cualidades que son propias de ellas, consideradas como autentico patrimonio para la Iglesia y para toda la humanidad en la construcción del reino de Dios.
Para la Iglesia, la mujer no es superior ni inferior; es igual al hombre. Como él, es una criatura de Dios que ha recibido unos dones particulares y complementarios que tiene que desarrollar. El Papa Juan Pablo II bien expresó que “es dándose a los otros en la vida diaria como la mujer descubre la vocación profunda de su vida”; ella que quizá más aún que el hombre ve al hombre, porque lo ve con el corazón, lo ve en su grandeza y en sus límites, y trata de acercarse a él y servirle de ayuda. De este modo se realiza en la historia de la humanidad el plan fundamental del Creador e incesantemente viene a la luz, en la variedad de vocaciones, la belleza-no solamente física, sino sobre todo espiritual-con que Dios a dotado desde el principio a la criatura humana y especialmente a la mujer” (Carta a las mujeres, 12).




MARÍA EN PENTECOSTÉS



                                                                                                       P. Florián RODERO
La madre silenciosa. Cuarenta días en el anonimato. Nadie sabe lo que hizo ni cómo vivió María después de la deposición de su Hijo en el sepulcro. ¿Cristo se le apareció o no? Para la respuesta, afirmativa o negativa, hay razones justificadas. La curiosidad humana hubiera querido sentirse más satisfecha. Quizá el evangelio, según el parecer de san Ambrosio, guarda un respetuoso silencio y un silencioso pudor. San Lucas, tan prolijo en detalles sobre María al inicio en el evangelio así llamado de la infancia, deja en la penumbra la persona de María durante los cuarenta días en los cuales Jesús, en diversas formas y en diferentes lugares, se aparece y conversa con sus discípulos.
Ni siquiera se menciona su presencia en el momento solemne, majestuoso y a la vez triste del último adiós de Jesús a la tierra, a sus discípulos y a sus seres queridos. Es interesante constatar el hecho de que Jesús, habiendo tenido necesidad de una madre para hacer su entrada silenciosa y humilde en la tierra y en la historia (y para ese acontecimiento trascendental María había sido la primera protagonista), en el momento en que abandona nuestros días y nuestras noches para inaugurar la nueva y definitiva historia, parece que no tiene necesidad de la presencia de su madre.
Sin embargo, san Lucas destaca, en medio del anonimato del grupo presente en Pentecostés, la figura de María, la madre de Jesús.
Varios pueden ser los motivos por los que el evangelista resalta la presencia de María en Pentecostés. Uno de ellos es, sin duda, el vínculo existente entre María y la Iglesia, porque María es, a la vez, un miembro «excelentísimo y enteramente singular» (Lumen gentium, 53) y «verdadera madre de los miembros de Cristo» (ib.)
María, pues, reaparece cuando la Iglesia inicia su camino evangelizador impulsada por el dinamismo de la presencia del Espíritu. Así como María abrió las puertas a la nueva historia de la salvación al adherirse con su libre y total sí al plan del Padre, debía estar presente cuando esta historia se hace cuerpo con el nacimiento «oficial» de la Iglesia. Cromacio de Aquileya, comentando Hechos 1,14, afirma: «La Iglesia se reunió en la habitación del piso superior de la casa, juntamente con María, la Madre de Jesús y juntamente con sus hermanos. Por esto mismo, no se puede considerar a la Iglesia como tal si no está presente María, Madre del Señor, juntamente con sus hermanos» (Sermón 30). En este sentido, san Francisco de Asís, recogiendo la expresión del poeta Prudencio, vinculaba a María con la Iglesia, llamándola «esposa del Espíritu Santo».
No podía faltar en este preciso momento la presencia de María porque «en la economía de la gracia, actuada bajo la acción del Espíritu Santo, se da la particular correspondencia entre el momento de la encarnación del Verbo y el del nacimiento de la Iglesia. La persona que une estos dos momentos es María: María en Nazaret y María en el cenáculo de Jerusalén. En ambos casos su presencia discreta, pero esencial, indica el camino del "nacimiento del Espíritu"» (Redemptoris mater, 24). El Espíritu que colmó a María es el mismo Espíritu que invadió a la Iglesia naciente. En el nacimiento del Cristo histórico y en el nacimiento del Cristo místico la presencia de María sigue teniendo un valor maternal.
La Iglesia era aún tierna, infante, y para esos momentos la presencia de la madre era indispensable. La Iglesia naciente en Pentecostés se plasma en la comunión por el Espíritu de todos los primeros miembros, entre los cuales se encuentra María. Pero no como un miembro más, porque sería superfluo que san Lucas enfatizara la comparecencia de la madre de Jesús, si no hubiera otra intención que la de verificar un simple hecho histórico. Si Jesús antes de su muerte había entregado a María como madre a Juan, -en el cual se encontraban representados todos los discípulos actuales y futuros- la presencia de la madre en la primera comunidad cristiana era algo tan sencillamente natural como naturalmente necesario. Es la presencia de la maternidad espiritual. Ya no podía dar de nuevo a la luz a su Hijo; pero presenciaba activamente el nacimiento nuevo de Cristo en el parto de la Iglesia.
Podría afirmarse que, en un primer momento, por la fuerza del Espíritu Santo que ya habitaba en María, toda la futura Iglesia está en manos de María. La presencia de María en Pentecostés garantiza la nueva efusión del Espíritu Santo que «crea» la Iglesia del futuro.
Otra de las razones de la presencia de María en Pentecostés es su valor magisterial y paradigmático. María, que conservaba en su corazón todos los acontecimientos desde que entró a formar parte en el plan de Dios, proclamaría ante los Apóstoles su fe y les ayudaría a comprender los misterios de su Hijo. De esta forma prepararía a los discípulos a recibir al Espíritu Santo. María referiría a los discípulos todas sus experiencias, las palabras de Jesús, las enseñanzas aprendidas en los treinta años de convivencia con su Hijo y todo aquello que era desconocido para los Apóstoles. Ella, que estaba iluminada por el Espíritu Santo, podía preparar las mentes todavía oscuras de los discípulos. Quizá María, que para ese momento ya tenía más clarificado el misterio de su Hijo, no estuvo presente en la ascensión de Jesús porque no podía reflejarse en las dudas de los Apóstoles y por ello mismo las palabras de cierto reproche de Jesús a sus discípulos en su despedida no podían referirse a su madre. María tenía clara conciencia de que un día su Hijo tendría que regresar a su verdadero Padre, porque no había tenido un padre terreno.
María está entre los discípulos como maestra de oración que los prepara a recibir al Espíritu: su venida se realiza en un contexto de oración. ¿Quién mejor que María podía dar ejemplo de recogimiento, de aceptación del Espíritu?
La potente intercesión de María, ya comprobada en las bodas de Caná, era una garantía de su poderosa súplica en Pentecostés. «La súplica de la misma Virgen tuvo ciertamente gran peso ya en el misterio de la Encarnación, ya en la venida del mismo Paráclito sobre los Apóstoles reunidos» (León XIII, Divinum illud, 9 de mayo de 1897).
«Ella fue la que, por medio de sus eficacísimas súplicas, consiguió que el Espíritu del divino Redentor, otorgado ya en la cruz, se comunicara en prodigiosos dones a la Iglesia, recién nacida el día de Pentecostés» (Pío XII, Mystici corporis, 29 de junio de 1943).
Otro motivo que justifica la presencia de María en el cenáculo es el hecho de que María es un paradigma y a la vez un estímulo de cómo se colabora en la obra de Jesús y no solamente por los vínculos familiares, sino por el nuevo y más perfecto: el vínculo de la fe. Ella conforta, fortalece, anima e impulsa a continuar la obra de su Hijo. El mismo Espíritu que había preparado y transformado a María, ahora prepara, transforma y renueva a la Iglesia de la primera comunidad, que irrumpe en la historia en una aurora de fuego y de luz que ya no tendrá ocaso.
María en Pentecostés es, a su vez, en medio de los Apóstoles, un apóstol. Esto no quiere decir que la venida del Espíritu Santo en Pentecostés haya otorgado a María una nueva misión. María ya había recibido, por la misma fuerza del Espíritu Santo, su misión esencial: la maternidad divina, y esa misión ya entrañaba la de evangelizar, la de entregar a Cristo, que, en definitiva, es la misión fundamental y característica de un apóstol. Por otra parte, María era el «sagrario del Espíritu Santo» (Lumen gentium, 53) y esa presencia del Espíritu en ella superaba cualquier otra presencia del mismo Espíritu Santo en los demás discípulos. Severo de Antioquía, al comentar el pasaje de Hechos 1,14, dice de María que era apóstol: «Este es un justo título que supera a todos los Apóstoles, porque desde el principio es incluida entre los mismos apóstoles, según se lee en el libro de los Hechos» (Homilía XIV en recuerdo de la santa Madre de Dios). María ha predicado como los Apóstoles, pero de forma silenciosa, «mediante su parto singular y extraordinario y por eso mismo, lleno de consecuencias por medio de la concepción sin igual. Todo esto ha hecho de María la madre y la raíz de la predicación evangélica» (ib.).

En definitiva, la presencia de la madre de Jesús en el cenáculo recordaba a los discípulos la presencia viva de su Maestro.
De estas reflexiones se desprende una enseñanza obvia y sencilla: en toda comunidad cristiana, animada por el Espíritu, debe estar presente María



REZO DEL SANTO ROSARIO EN FRATERNIDAD

MAYO 2016   

Como es costumbre, cada año para el mes de mayo, nos congregamos para honrar a la Madre del Cielo. La cita fue el viernes 13 de mayo, en casa de las Hermanas Viñas De la Hoz. Fecha maravillosa porque se celebraron los 98 años de la aparición de Nuestra Señora en Fátima.
Se contemplaron los misterios gozosos tomados del documento de Puebla del Papa Pablo VI y de la Exhortación Apostólica "Marialis cultus" de S.S Pablo VI.
En esa tarde además del rezo del Santo Rosario, se elevaron plegarias por los enfermos, las familias, de la Fraternidad, por los laicos ausentes, y por los presentes.

El encuentro estuvo colorido pues nos acompañó María Beatriz Marín, con sus notas melodiosas en el piano, quien entonó numerosas canciones marianas, además de las distintas representaciones icónicas de las advocaciones marianas, quien la anfitriona Margarita Viñas posee en su colección.
Muy sentido el encuentro, nos refugiamos en el amor maternal de ella, la Siempre Virgen María.

A las asistentes se les repartió una estampita de la VIRGEN acompañada del DÍA FELIZ

Se muestra enseguida,



INTRODUCCIÓN  SANTO ROSARIO







La Iglesia, instruida por el Espíritu Santo venera a María como madre amantísima, con afecto de piedad filial. En esa fe, el Papa Pablo VI quiso proclamar a María como Madre de la Iglesia.
En el rezo del santo Rosario vamos a meditar en el documento de  Puebla los dones especiales con que Dios adornó a María.

1.     María se hace Madre de Dios, del Cristo histórico en el fiat de la anunciación, cuando el Espíritu Santo la cubre con su sombra. Es Madre de la Iglesia porque es Madre de Cristo, Cabeza del Cuerpo místico.

2.     El Magnificat es espejo del alma de María. Es el cántico que anuncia el nuevo Evangelio de Cristo: es el preludio del sermón de la montaña. Allí María se nos manifiesta vacía de sí misma y poniendo toda su confianza en la misericordia del Padre.

3.     La Iglesia, con la evangelización, engendra nuevos hijos. Ese proceso que consiste en transformar desde dentro, en renovar a la misma humanidad es un volver a nacer. En ese parto, que siempre se reitera, María es nuestra Madre.

4.     Mientras peregrinamos, María será la Madre educadora de la fe. Cuida de que el Evangelio nos penetre, conforme nuestra vida diaria y produzca frutos de santidad. María Madre, despierta el corazón filial que duerme en cada hombre. En esa forma, nos lleva a desarrollar la vida del bautismo por el cual fuimos hechos hijos. Simultáneamente ese carisma maternal hace crecer en nosotros la fraternidad. Así María hace que la Iglesia se sienta familia.

5.     María es verdaderamente Madre de la Iglesia. Marca al pueblo de Dios. Pablo VI hace suya una concisa fórmula de la tradición. “No se puede hablar de la Iglesia si no está presente María”.  Se trata de una presencia femenina que crea el ambiente familiar, la voluntad de acogida, el amor y el respeto por la vida. Es presencia sacramental de los rasgos maternales de Dios. Es una realidad tan hondamente humana y santa que suscita en los creyentes las plegarias de la ternura, del dolor y de la esperanza.


SANTO ROSARIO – MISTERIOS GOZOSOS
(Textos de la Exhortación apostólica “Marialis cultus” de S.S. Pablo VI)


Primer Misterio: María es la "Virgen oyente", que acoge con fe la palabra de Dios: fe, que para ella fue premisa y camino hacia la Maternidad divina, porque, como intuyó S. Agustín: "la bienaventurada Virgen María concibió creyendo al (Jesús) que dio a luz creyendo" (45); en efecto, cuando recibió del Ángel la respuesta a su duda (cf. Lc 1,34-37) "Ella, llena de fe, y concibiendo a Cristo en su mente antes que en su seno", dijo: "he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38) (46); fe, que fue para ella causa de bienaventuranza y seguridad en el cumplimiento de la palabra del Señor" (Lc 1, 45)


Segundo Misterio: María es, asimismo, la "Virgen orante". Así aparece Ella en la visita a la Madre del Precursor, donde abre su espíritu en expresiones de glorificación a Dios, de humildad, de fe, de esperanza: tal es el "Magnificat"(cf. Lc 1, 46-55), la oración por excelencia de María, el canto de los tiempos mesiánicos, en el que confluyen la exultación del antiguo y del nuevo Israel, porque —como parece sugerir S. Ireneo— en el cántico de María fluyó el regocijo de Abrahán que presentía al Mesías (cf. Jn 8, 56) (48) y resonó, anticipada proféticamente, la voz de la Iglesia: "Saltando de gozo, María proclama proféticamente el nombre de la Iglesia: "Mi alma engrandece al Señor..." " (49). En efecto, el cántico de la Virgen, al difundirse, se ha convertido en oración de toda la Iglesia en todos los tiempos.


Tercer Misterio: María es también la "Virgen-Madre", es decir, aquella que "por su fe y obediencia engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, sin contacto con hombre, sino cubierta por la sombra del Espíritu Santo" (52): prodigiosa maternidad constituida por Dios como "tipo" y "ejemplar" de la fecundidad de la Virgen-Iglesia, la cual "se convierte ella misma en Madre, porque con la predicación y el bautismo engendra a una vida nueva e inmortal a los hijos, concebidos por obra del Espíritu Santo, y nacidos de Dios" (53).


Cuarto Misterio:  María es la "Virgen oferente". En el episodio de la Presentación de Jesús en el Templo (cf. Lc 2, 22-35), la Iglesia, guiada por el Espíritu, ha vislumbrado, más allá del cumplimiento de las leyes relativas a la oblación del primogénito (cf. Ex 13, 11-16) y de la purificación de la madre (cf. Lev 12, 6-8), un misterio de salvación relativo a la historia salvífica: esto es, ha notado la continuidad de la oferta fundamental que el Verbo encarnado hizo al Padre al entrar en el mundo (cf. Heb 10, 5-7); ha visto proclamado la universalidad de la salvación, porque Simeón, saludando en el Niño la luz que ilumina las gentes y la gloria de Israel (cf. Lc 2, 32), reconocía en El al Mesías, al Salvador de todos; ha comprendido la referencia profética a la pasión de Cristo: que las palabras de Simeón, las cuales unían en un solo vaticinio al Hijo, "signo de contradicción", (Lc 2, 34), y a la Madre, a quien la espada habría de traspasar el alma (cf. Lc 2, 35), se cumplieron sobre el calvario.


Quinto Misterio: Ejemplo para toda la Iglesia en el ejercicio del culto divino, María es también, evidentemente, maestra de vida espiritual para cada uno de los cristianos. Bien pronto los fieles comenzaron a fijarse en María para, como Ella, hacer de la propia vida un culto a Dios, y de su culto un compromiso de vida. Ya en el siglo IV, S. Ambrosio, hablando a los fieles, hacía votos para que en cada uno de ellos estuviese el alma de María para glorificar a Dios: "Que el alma de María está en cada uno para alabar al Señor; que su espíritu está en cada uno para que se alegre en Dios" 





ORACIÓN DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
A LA VIRGEN DEL ROSARIO 
EN LA BASÍLICA DE NUESTRA SEÑORA DE CHIQUINQUIRÁ

Jueves 3 de julio de 1986
1. ¡Dios te salve María! 
Te saludamos con el Ángel: Llena de gracia. 
El Señor está contigo. 
Te saludamos con Isabel: ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¡Feliz porque has creído a las promesas divinas! 
Te saludamos con las palabras del Evangelio: Feliz porque has escuchado la Palabra de Dios y la has cumplido. 

2. Tú eres la ¡llena de gracia!
Te alabamos, Hija predilecta del Padre.
Te bendecimos, Madre del Verbo divino.
Te veneramos, Sagrario del Espíritu Santo. 
Te invocamos, Madre y Modelo de toda la Iglesia.
Te contemplamos, imagen realizada de las esperanzas de toda la humanidad.


3. ¡EI Señor está contigo!
Tú eres la Virgen de la Anunciación, el Sí de la humanidad entera al misterio de la salvación.
Tú eres la Hija de Sión y el Arca de la nueva Alianza en el misterio de la visitación.
Tú eres la Madre de Jesús, nacido en Belén, la que lo mostraste a los sencillos pastores y a los sabios de Oriente.
Tú eres la Madre que ofrece a su Hijo en el templo, lo acompaña hasta Egipto, lo conduce a Nazaret.
Virgen de los caminos de Jesús, de la vida oculta y del milagro de Caná. 
Madre Dolorosa del Calvario y Virgen gozosa de la Resurrección.
ú eres la Madre de los discípulos de Jesús en la espera y en el gozo de Pentecostés.

4. Bendita porque creíste en la Palabra del Señor,
porque esperaste en sus promesas,
porque fuiste perfecta en el amor.



Bendita por tu caridad premurosa con Isabel, 
por tu bondad materna en Belén, 
por tu fortaleza en la persecución,
por tu perseverancia en la búsqueda de Jesús en el templo,
por tu vida sencilla en Nazaret,
por tu intercesión en Caná,
por tu presencia maternal junto a la cruz,
por tu fidelidad en la espera de la resurrección,
por tu oración asidua en Pentecostés.

Bendita eres por la gloria de tu Asunción a los cielos
por tu materna protección sobre la Iglesia 
por tu constante intercesión por toda la humanidad.


El Santo Rosario: una dulce melodía digital



Miércoles 2 de septiembre de 2015
Un artículo de fray Orlando RUEDA ACEVEDO, O.P.



¿Quién de nosotros no acudió a la ayuda cómplice de los dedos de sus propias manos cuando aprendíamos matemáticas en la escuela primaria y nuestros maestros nos enseñaban a sumar las primeras cifras? Para comprender el total de una suma recurríamos durante nuestra niñez a la inocente ayuda de los dedos para obtener mentalmente el resultado de una adición.
De igual manera aprendimos durante nuestra infancia en las clases de música que la melodías brotaban sorprendentemente de los instrumentos musicales gracias a la infantil sincronización de los dedos con nuestro aliento, como la flauta “dulce” que aprendimos a tocar mediante el acompasado movimiento de nuestros dedos infantiles posados rítmicamente sobre los orificios del pequeño cilindro musical, dentro del cual el aire exhalado por nuestra boca se convertía en celeste melodía gracias a la mágica coordinación de nuestro aliento con el ritmo de nuestros dedos movidos al compás sobre los agujeros encantados de la flauta.

Así, el aire, los dedos y un objeto cilíndrico vacío se transformaban milagrosamente en instrumento sonoro de hermosas melodías para elevar el espíritu hasta enaltecer los más nobles sentimientos. Al rítmico contacto con nuestro aire y nuestros dedos, una inerte flauta cobraba vida de manera prodigiosa cuando el aire que brotaba de nuestros pulmones ingresaba en el melódico cilindro mientras los dedos lograban arrancar de sus entrañas las inolvidables y hermosas armonías que acompañaron con su dulce encanto nuestro despertar infantil.
Después conocimos los “hermanos de las flautas”: saxofones, trompetas, oboes… varios de ellos elaborados en metal unos y muchos otros en madera, pero todos con la misma técnica de coordinación de aire y dedos para la mágica interpretación de una melodía o armonía. Descubrimos así el maravilloso encanto de unir nuestro aliento al rítmico compás de nuestras manos para engendrar el milagroso fenómeno de la palabra que se une a la música para articular la entonación que transporta el espíritu tal como nos los enseñan los salmos.

Hace pocos días, a la salida de un concierto observé con atención desprevenida a un joven que salía del teatro de la ópera con el delgado estuche de una pequeña flauta colgado en su cintura. Fue inevitable que mi mente imaginara al instante el rosario que llevamos los hijos e hijas de Domingo colgado a la cintura… nuestra “flauta dominicana”… el mágico instrumento de oración con el cual aprendimos a coordinar nuestro aliento y los dedos para producir la mágica melodía del Santo Rosario, distribuido en 20 armónicas canciones a las cuales hemos dado tradicionalmente el nombre de “misterios”, que nos transportan al encanto maravilloso de la contemplación del único misterio: Cristo, la más dulce melodía que han llegado a escuchar nuestros oídos, bajo la batuta de una maternal arreglista musical: la Maestra del Ave María!
Nuestra “flauta dominicana” suele ser de madera o de material semejante; con ella podemos interpretar veinte preciosas melodías de gozo, pasión, luz y gloria; tiene doscientos movimientos de compás que llamamos “Avemarías”, veinte cadencias iniciales de ritmo maestro que conocemos como “Padrenuestros” y otros veinte compases finales de gloria trinitaria. Lo curioso de nuestra flauta es que las celestes melodías no brotan de un mágico cilindro sonoro sino directamente de nuestros labios y se conjugan rítmicamente con el movimiento de los dedos sobre esferas de compás contemplativo. Ahora bien, no somos nosotros los compositores de tan extraordinarias y celestiales melodías sino sus intérpretes, el autor de tan excelsas armonías es un Aliento Divino y portentoso cuyo nombre es tan dulce y sonoro como la más hermosa música jamás compuesta: el Espíritu Santo. A su vez, nos guía como Director y supremo Maestro el Hijo del Padre, el mismo a quien dedicamos a diario nuestra melódica oración del rosario para cantar un día con él la gloria eterna en el escenario glorioso de su Reino Celestial.
Ahora bien, esta dulce melodía fue interpretada por primera vez con música de ángeles en la voz del melodioso mensajero celestial, enviado por el Supremo Autor de tan dulce canto para entonar en Nazaret por primera vez aquel saludo de rítmica composición divina, para declarar su amor eterno a la futura madre de su Hijo. La dulce voz del ángel Gabriel entona por primera vez el divino saludo del Creador para dedicar a la Hija de Sión su más bello canto de amor: “Ave María”, la misma e inenarrable melodía que siglos después inspiraría a Schubert o Gounod y que día a día arranca a nuestro aliento el más dulce suspiro filial que se convierte en canto de esperanza al invocar con anhelo infinito a la Madre Llena de Gracia.

Después de aquella maravillosa entonación del ángel celestial correspondería el turno para completar el saludo en dúo magistral a la armonía terrenal, interpretada en la voz femenina de la prima santa de Ain-Karim. Será entonces la voz emocionada de Isabel la segunda parte del divino saludo, pronunciado esta vez por una voz terrena, de la misma sangre y raza de la prima virgen: “bendita entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús”. Desde entonces millones de voces humanas han aprendido siglo tras siglo esta dulce melodía que el Maestro Domingo y sus frailes han entonado con especial versión armónica en la Iglesia desde hace ocho siglos.

http//rosarium.op.org



                      REGISTROS  FOTOGRÁFICOS DEL REZO DEL SANTO ROSARIO EN FRATERNIDAD





Las anfitrionas...

Nuestra invitada, cantándole a Nuestra Señora

Representaciones de diversas advocaciones Marianas..colección privada de Margarita Viñas



JORNADA MARIANA EN CASA DE LOS ESPOSOS ARRIETA- VILLARREAL
18 DE MAYO DE 2013

SOBRE UN CORREO DE NUESTRA PRESIDENTA SOBRE ESE DIA

Hola todas: Ayer estuvimos en Santa Verónica en la cabaña de Ana Elvira. Tuvimos nuestra reunión mensual de laicos, la de mayo. Hicimos un estudio de María Nuestra Madre y el don del Espíritu, para preparanos a la venida del Espíritu Santo. Le damos gracias a Hna Flor por suministrarnos los materiales de estudio! Hicimos una sopa de letras mariana, de mucho contenido y rezamos muy especialmente el Santo Rosario con las reflexiones y alabanzas alusivas a cada misterio. Cantamos y almorzamos un sabroso sancocho que nos brindaron Ana Elvira y su esposo Aquiles. Degustamos la merienda que nos compartieron algunos compañeros. La verdad es que fue un encuentro muy interesante en el que hubo recogimiento en torno al estudio y reflexión, pero también momentos de esparcimiento y degustación de las delicias gastronómicas que nos brindaron en la casa de los Arrieta Villarreal y de la merienda ofrecida por los compañeros encargados. A Ana Elvira y Aquiles, muchas gracias de todo corazón por su acogida y atenciones, nos sentimos realmente en familia. A todos por haber asistido a esta cita mariana y por los presentes que compartieron. Lástima los que no pudieron venir. Nos damos cuenta que la Fraternidad se fortalece cada vez más. Les deseo a todas una feliz semana llenas del Espíritu Santo. A continuación el registro fotográfico que evidencia nuestra participación, escojan la que les guste, un abrazo, Margarita





ADVOCACIONES
DIVERSAS 
EMPERATRIZ BETANCOURT 26 DE MAYO DE 2013

Nuestra Señora de los Ángeles es una advocación de la Virgen María en la Iglesia Católica Romana. Este culto es originario deEspaña, en Getafe, cerca de Madrid, y fue traído a América por los conquistadores españoles.
La Virgen de los Ángeles fue declarada patrona de Costa Rica y protectora de las Américas por el Papa Juan Pablo II.
La celebración de Nuestra Señora de los Ángeles se realiza en la ciudad de Cartago (Costa Rica), a raíz del. Desde finales del siglo XIX se realiza una romería hasta el santuario cada 2 de agosto, en la Basílica de los Ángeles.
También hay templos a la misma advocación en ItaliaEspañaMéxicoEstados Unidos y Argentina.
En 2005 esta imagen fue llevada al Vaticano, en Roma. El papa Benedicto XVI la bendijo, y la colocaron en la Basílica Santa María de la Luz, a la que peregrinan muchos inmigrantes.
Historia
En el Período Colonial, Cartago era la principal ciudad para españoles en Costa Rica, y su capital provincial. A su alrededor había varios pueblos para indigenas nativos. En 1635, los mulatos vivían dispersos al este de la ciudad, pues las leyes españolas prohibían que los mulatos libres, o pardos, pasaran de la Cruz de Caravaca.
La historia dice que el 2 de agosto de 1635, una joven mulata llamada Juana Pereira, iba a lavar ropa como de costumbre, y se encontró una pequeña estatua, de una muñeca con un bebe en brazos Virgen María en medio del bosque, sobre una roca, cerca de un manantial, en el lugar llamado "La Puebla de los Pardos". Ella decidió llevársela para su casa, donde la guardo en un cajón envuelta en un paño de tela. Al día sigueinte, Juana volvió al sitio del primer hallazgo, se encontró una muñeca de piedra igual a la encontrada el dia anterior, hizo lo mismo, se la llevo para su casa, para guardarla junto a la otra, pero cuando llego a buscarla se dio cuenta que no estaba, así volvió a guardar la imagen encontrada nuevamente, lo mismo sucedió al tercer día, pero esta vez se la llevo al sacerdote de la localidad, Alonso de Sandoval, quien la guardó en una caja, y se olvidó de ella. Al día siguiente abrió la caja y, para su sorpresa, no estaba. Juana Pereira volvió al lugar de las apariciones y encontró ahí la imagen, así que se la llevó al sacerdote y este la guardó dentro del sagrario. Al día siguiente abrió el sagrario y no la encontró, por lo que declaró que aquello ere un mensaje de la Virgen, ella deseaba estar en el bosque, sobre la roca, por lo que construyeron un pequeño templo en su honor, donde actualmente se encuentra la Basílica de los Ángeles, y a su alrededor se empezaron a agrupar los pardos.
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Nuestra Señora de la Caridad o Virgen de la Caridad es una advocación mariana venerada en la Iglesia católica.

Historia en Cuba

Patrona de Cuba, encontrándose su Santuario Nacional, Basílica Menor, en un cerro en las proximidades de El Cobre, a unos 14 km al oeste de Santiago de Cuba.
La Virgen de la Caridad, es la advocación mariana con mayor número de devotos en toda la Isla de Cuba, en cuyo territorio existen numerosas parroquias y cofradías bajo sutitularidad.
Recibe anualmente innumerable cantidad de peregrinos y en la Capilla de los Milagros situada justo debajo del camarín donde se encuentra la imagen original de Nuestra Señora, se pueden contemplar infinidad de ex-votos que el pueblo creyente ha ido depositando a los pies de su Madre y Patrona a través de tantos años.
Entre los artículos expuestos en dicha capilla se encuentra la Medalla al Premio Nobel de Literatura, concedida al escritor estadounidense residente en Cuba Ernest Hemingwayen 1954, dedicada por el laureado novelista a todo el pueblo de Cuba y entregándola en persona en dicho santuario en 1955.
La Bienaventurada Virgen María, o su abreviación de Bienaventurada Virgen, es el título tradicional específico usado por un gran número de cristianos (entre ellos los católicos, ortodoxos y otros) para nombrar a María la madre de Jesús. El título lleva con él no sólo la creencia en su virginidad sino un reconocimiento especial del papel de la figura de María en la Iglesia Católica y en la vida de todo católico. Dicho papel fue proclamado solemnemente en el capítulo VIII de la Constitución Dogmática Lumen Gentiumdel Concilio Vaticano II que explica la figura de María dentro de la Iglesia Católica.
Otros títulos más populares son el de Santísima Virgen María, Santísima Virgen Madre de Dios o Nuestra Señora.
Dulce Nombre de la Virgen María hace referencia a la festividad litúrgica cristiana, con motivo de la conmemoración del nombre de María, madre deJesucristo. María (en arameo מרים Mariam) es el nombre que se usa en los evangelios para referirse a la madre de Jesús de Nazaret. Para los cristianos católicos, ortodoxos, coptos, anglicanos y otros grupos cristianos orientales, son más usadas las expresiones «Santísima Virgen María», «Virgen María» y «Madre de Dios». En el Islam se usa el nombre árabe Maryam.
La Virgen de la Encarnación o Nuestra Señora de la Encarnación una advocación mariana venerada en la religión Católica que representa a la Virgen María en el momento de la Encarnación.
Esta Solemnidad de celebra el día 25 de marzo, junto con la Solemnidad de la Anunciación ya que según la fe católica son acontecimientos casi inmediatos, ya que en la Anunciación el Ángel Gabriel le revela a la Virgen María que dará a Luz a un hijo por obra del Espíritu Santo, y ella finalmente responde: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”, en ese momento sucede la Encarnación, es por esto que la Iglesia celebra los dos acontecimientos el mismo día ya que son casi simultáneos. El origen de la veneracion a la advocacion de la Encarnacion es muy antiguo ya que es unos de los primeros dogmas de la iglesia ya que va estrechamente ligado a la doble naturaleza Humana y divina de Jesucristo, por cuanto esto es declarado por los padres de la iglesia en el Credo niceno-constantinopolitano promulgado en el año 381.

El dogma de la Inmaculada Concepción, también conocido como Purísima Concepción, es una creencia del catolicismo que sostiene que María, madre de Jesús, a diferencia de todos los demás seres humanos, no fue alcanzada por el pecado original sino que, desde el primer instante de su concepción, estuvo libre de todo pecado.
No debe confundirse esta doctrina con la de la maternidad virginal de María, que sostiene que Jesús fue concebido sin intervención de varón y que María permaneció virgen antes, durante y después del embarazo.
Al desarrollar la doctrina de la Inmaculada Concepción, la Iglesia Católica contempla la posición especial de María por ser madre de Cristo, y sostiene que Dios preservó a María libre de todo pecado y, aún más, libre de toda mancha o efecto del pecado original, que había de transmitirse a todos los hombres por ser descendientes de Adán y Eva, en atención a que iba a ser la madre de Jesús, que es también Dios. La doctrina reafirma con la expresión "llena eres de gracia" (Gratia Plena) contenida en el saludo delarcángel Gabriel (Lc. 1,28), y recogida en la oración del Ave María, este aspecto de ser libre de pecado por la gracia de Dios.
Por devoción al Inmaculado Corazón de María, en latín cor immaculatum, los católicos entienden una especial consagración (devoción viene del latín devovere que significa consagrarse, ofrecerse) que está relacionada con las apariciones - que la Iglesia Católica considera verdaderas - que se produjeron en la localidad portuguesa de Fátima.
Sin embargo, hay indicios y menciones al corazón de la madre de Jesús de Nazaret en diversos padres de la Iglesia, textos que son retomados en el siglo XVII, como consecuencia del movimiento espiritual que procedía de San Juan Eudes (1601-1680),misionero francés fundador de los Eudistas.
Tres pastores de Portugal llamaron la atención declarando que la Virgen María se les presentó dejando mensajes que luego serían dados a conocer al mundo entero de boca de Sor Lucía, estas presentaciones de la Virgen fueron en seis oportunidades.
En diciembre del año 1925 la Virgen Santísima se le apareció a Lucía dos Santos, vidente de Fátima, y le prometió asistir a la hora de la muerte, con las gracias necesarias para la salvación, a todos aquellos que en los primeros sábados de cinco meses consecutivos, se confesasen, recibieran la Sagrada Comunión, rezasen una tercera parte del Rosario, con la intención de darle reparación.
En la tercera aparición, la Virgen de Fátima le dijo a Lucía:
Nuestro Señor quiere que se establezca en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado. Si se hace lo que te digo se salvarán muchas almas y habrá paz; terminará la guerra... Quiero que se consagre el mundo a mi Corazón Inmaculado y que en reparación se comulgue el primer sábado de cada mes... Si se cumplen mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz... Al final triunfará mi Corazón Inmaculado y la humanidad disfrutará de una era de paz.
La pequeña Jacinta presentía que llegaría su final en el mundo y, en una conversación con Lucía, ella, que apenas contaba con diez años, dijo:
A mí me queda poco tiempo para ir al Cielo, pero tú te vas a quedar aquí abajo para dar a conocer al mundo que nuestro Señor desea que se establezca en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado de María. Diles a todos que pidan esta gracia por medio de ella y que el Corazón de Jesús desea ser venerado juntamente con el Corazón de su Madre. Insísteles en que pidan la paz por medio del Inmaculado Corazón de María, pues el Señor ha puesto en sus manos la paz del mundo.
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